Nutrición en Tiempos de COVID19

   Tiempos difíciles nos han tocado vivir, compartir el día a día con un virus maligno y mortal no es del agrado de nadie, pero no nos queda más que seguir adelante y procurar protegernos lo máximo posible en el día a día.

   Y hablando de alimentación en estos tiempos difíciles, voy a procurar recordar algunos platos que, aparte de ser muy nutritivos, son tradicionales y fáciles de preparar.

   Como sugerencia principal, animo a todo el mundo a tomar un buen desayuno, sobre todo a aquellos seres laboriosos que no están en situación de ERTE o desempleo y se tienen que levantar temprano a atender sus obligaciones laborales. Personalmente, para mi, el mejor desayuno que una persona puede disfrutar consiste en: un buen mollete de pan tradicional del día recién hecho, de abundante y tierna miga voluminosa, cortado a la mitad en su dimensión más larga, tostado, rociado de un generoso chorrito de aceite de oliva virgen extra en ambas caras y coronado con jamón ibérico (en cualquiera de sus 4 especialidades -etiquetas negra, roja, verde o blanca-, dependiendo de nuestra disponibilidad,  economía o de lo que nos queramos gastar); podemos ingerirlo en dos partes, o sea, cada mitad independiente de la otra, o unirlas a modo de bocadillo, pero mi recomendación es hacerlo en dos mitades, por comodidad y limpieza a la hora de comer. Este suculento manjar serrano acompañado de un buen café con leche bien caliente y endulzado a gusto del consumidor (en mi caso, descafeinado por aquello de mis nervios), se completaría con un generoso vaso de zumo de naranja natural bien frío, asimismo,  endulzado a gusto del comensal, como punto contrapunto y corona final.

   Hay personas que tienen por costumbre añadir tomate rallado a este manjar, lo cual no recomiendo por dos sencillas razones: una, el conjunto de sabor aceite de oliva virgen extra-jamón ibérico recién cortado es inigualable, añadirle tomate rompe esta perfecta armonía; dos, al verter el tomate en el jamón o poner el jamón sobre el tomate, su naturaleza cambia radicalmente, tornando a marinarse y adquirir un color blanquecino debido a la acidez del tomate, que es lo que hace que su sabor y textura cambien radicalmente.

  En el almuerzo, como plato principal en estos tiempos difíciles, sugiero poner en valor el guiso tradicional, y más en época de climatología otoñal e invernal, que tanto placer nos proporciona al paladar. Garbanzos, alubias (o chícharos), habas y lentejas, como protagonistas de platos económicos, de gran sabor e inigualables propiedades nutritivas. Para ello animo a no utilizar la olla exprés y cocinar en una olla tradicional. Primero hay que poner en remojo la noche anterior las legumbres que hayamos elegido, a excepción de las lentejas que podemos ponerlas a remojar un par de horas antes.  una vez tiernas, cocerlas hasta enternecer del todo pero manteniendo su integridad física (es decir, que no  se revienten por exceso de cocción). Poner también a cocer papas, zanahorias y habichuelas hasta enternecerse, pero dejando un margen de cocción para luego añadirlas al guiso (y mantengan su integridad) en su tramo final. Cortar chozo, morcilla en rodajitas y panceta en trozos pequeños.  Seguidamente, prepararemos la mise en place de todos los ingredientes, haciendo un  abundante fondo de ajo, puerro, cebolla, pimiento rojo, pimiento verde y tomate, todo cortado en brunoise. Con un buen chorro de aceite de oliva virgen extra preparamos el fondo, añadiendo paulatinamente ajo, puerro, cebolla, pimientos, tomate y cárnicos, a continuación añadimos caldo caliente, y después las legumbres. Controlamos la cocción hasta que todo esté integrado, vamos sazonando lentamente a gusto del consumidor, yo le pongo sal, preparado de paella, pimentón, 3 unidades de pimienta cayena y una o dos buenas pastillas de caldo de carne (según cantidad), pero el sazonamiento dependerá del gusto y necesidad de los comensales (dieta baja en sal, tolerancia al picante, etc.). Casi al final de la cocción añadimos las papas, zanahoria y habichuelas y apagamos el fuego, con el calor residual se termina de hacer. El disfrute, saciado y sabor quedan asegurados para toda la jornada.

   Este plato contundente puede ir precedido de algún salpicón de gambas, o de atún, palitos de mar, etc...para ir abriendo el estómago. También puede ir anticipado por una tabla de ibéricos (chorizo, salchichón, morcón, morcilla, jamón, etc.) o una tabla de quesos (frescos, semicurados y curados).




                                             



                                           

  Como segundo, para aquellos comensales que no hayan tenido suficiente les propongo una buena pringá de cárnicos vacunos (jarrete) y de pollo (pechuga), chorizo, morcilla y tocino.

   El postre a base de fruta de temporada (uvas, manzanas) o como alternativa un flan casero.

                                       

   Para la cena sugiero unos filetes de pechuga de pollo a la plancha con una salsa a base de aceite, ajo cortado en brunoise y perejil (ambos muy abundantes), sal y limón que añadiremos justo unos momentos antes de servir, acompañados con una pequeña guarnición patatas fritas en rodajas (tipo panaderas).





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